“Con mi voz clamé a Jehová,
y él me respondió desde su monte santo"
(Salmo 3:4)
David se ve rodeado de enemigos que se multiplican (verso 1). Ellos van difamándolo (verso 2) y juntando su ejército. Y su gran ataque, como vimos ayer, es: “Dios no está con él. Dios no lo defenderá” (verso 2).
Pero David practica una disciplina que todos debemos imitar: recordar las victorias pasadas de Dios por nosotros.
El mensaje de los enemigos de David es: “Tú ya estás perdido".
Como le dijo a Job su esposa: "maldice a Dios, y muérete" (Job 2:9).
Pero David se para en Dios:
"Más tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza” (verso 3).
¿Por qué está tan seguro que encontrará victoria en Dios?
Recordando las victorias pasadas con él:
“Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo"(verso 4).
Cuando tuvo luchas realmente intensas pudo descansar con toda paz:
“Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba” (verso 5).
Recordar esto le proporciona dos cosas
1- confianza plena:
“No temeré a diez millares de gente, que pusieren sitio contra mí” (verso 6)
2- oración con fe:
“Levántate, Jehová, sálvame, Dios mío” (verso 7)
Para ayudar a que nuestra alma confíe, una gran disciplina es recordar.
¿Tienes luchas que parecen imposibles?
¿Tentaciones que sonríen en tu cara diciéndote que nunca podrás con ellas?
¿La derrota final asechando a tu puerta?
Recuerda las victorias pasadas de Dios contigo (verso 7). Eso te hará tomar las dimensiones correctas: tus enemigos son pequeños y Dios invencible.
No es tu gran habilidad, es la gran potencia salvadora de Dios contigo.
Mira, presta atención, David, en medio de la aflicción, dice con todo su corazón:
“La salvación es de Jehová” (verso 8).
¡Que en los pasillos de tu alma resuenen a viva voz estas palabras!
Recuerda las proezas de Dios, ora con fe, y ten plena paz: tu victoria viene DE DIOS y de nadie más.
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