Corremos peligro. Primeros pensamientos del día.



"El rey no se salva por la multitud del ejército,
ni escapa el valiente por la mucha fuerza.
Vano para salvarse es el caballo;
la grandeza de su fuerza a nadie podrá librar.
He aquí el ojo de Jehová sobre los que le temen,
sobre los que esperan en su misericordia,
para librar sus almas de la muerte,
y para darles vida en tiempo de hambre
(Salmo 33:16-19)

John Newton (1725-1807), autor del himno “Sublime Gracia”, una vez recibió una carta de alguien que Dios usaba en la predicación, pero que se veía a sí mismo insuficiente, con muchas batallas que lo desanimaban.
El le respondió lo siguiente:
"Me describes una situación que se me ha hecho muy familiar.
He aprendido que lo que tú cuentas no sólo es algo experimentado por ti o por mí, sino que, en mayor o menor medida, es la carga de todos los que piensan espiritualmente. ¡Esta es la lucha en sus corazones, sean ministros o no!.

Como tú me confiesas que sí reconoces que Dios te da denuedo en el púlpito y ves que hay cierto provecho para los hermanos en tu predicación, déjame preguntarte:
¿Qué harías si no te encontrarás ocasionalmente pobre, insuficiente, y como tú lo expresas: tonto por momentos?. ¿Te das cuenta de lo que podría suceder?. ¿Te das cuenta de las casi ciertas consecuencias si siempre encontrarás tu espíritu fortalecido, animado y viéndote bien a ti mismo?.

¿No estarías en gran peligro de ser empujado a un orgullo espiritual?. ¿No dejarías de ser sensible a tu absoluta dependencia del poder de Cristo, a tu continua necesidad de Su sangre, perdón e intercesión?.
¿No perderías así la capacidad de predicar provechosamente y de corazón, y dejarías gimiendo bajo los efectos de una naturaleza depravada a las muchas almas que ahora te oyen?. ¿Cómo puedes hablar con propiedad sobre los engaños del corazón, si no experimentas tú mismo los engaños de tu propio corazón?. ¿Cómo podrías entender las experiencias cambiantes por las que pasan tus oyentes, si tú mismo estuvieras siempre igual de bien sin experimentar altibajos?
O, ¿cómo podrías hablar pertinentemente de la guerra interna, los principios de la carne y el espíritu luchando uno contra el otro, si tus propios deseos espirituales son siempre vigorosos y exitosos, y se encuentran ante poca oposición?.

El apóstol Pablo, aunque favorecido con una singular eminencia en gracia, se dio cuenta que corría peligro de 'exaltarse desmedidamente’ (2 Corintios 12:7) si el Señor, sabia y misericordiosamente, no lo encaminaba a través de ‘debilidades, afrentas, necesidades, persecuciones y angustias’ (2 Corintios 12:10).

He observado que esta es una señal de triste decadencia, si alguien, que ha gustado la benignidad del Señor, se vuelve capaz de estar completamente satisfecho consigo mismo. Y consuela su conciencia con el saber ciertas verdades del Evangelio, o, en el recuerdo de sus experiencias del pasado con el Señor, sin una sed continua de las comunicaciones frescas de la fuente de la vida.
Esto, me temo, es el 'cancro' (aquella enfermedad de los árboles) que carcome la belleza y la fecundidad de muchos que profesan seguir a Cristo hoy en día.
Y que, si no prueba que están absolutamente muertos, es al menos una prueba suficiente de que están lamentablemente enfermos”.
(“The Works”. Vol. 1)




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