Dos extremos peligrosos en la adoración



Para entender mejor esta séptima parte de "Algunos consejos prácticos para nuestros tiempos de adoración" te recomiendo que leas primero las anteriores:
- 1- Algunos consejos prácticos para nuestros tiempos de adoración
- 2- Huyendo de la obra de teatro hacia Dios
- 3- La adoración más intensa: cuando nadie nos ve
- 4- La adoración viene luego de contemplar la hermosura de Dios
- 5- ¿Dios habita en la música o en la alabanza, de su pueblo?
- 6- Cuando adores puedes repetir, pero... ¡cuidado!

En la tradición judía toda oración que comience o termine con las palabras "Baruj Atá, Adonáy, Elohénu, Mélej Haolám"("Bendito eres Tú, Señor, nuestro Dios, Rey del mundo"), es denominada "Bendición".
Con respecto a esta fórmula fija, un escrito judío dice: "Se debe tomar en cuenta la estructura de la bendición: Se comienza en 'segunda persona' ('Bendito eres tú') y se termina utilizando la 'tercera persona' ('Rey del mundo'). Esto se debe a que se inicia la bendición con la 'segunda persona', dirigiéndose a Dios como 'Atá' ('Tú'), cuando se hace referencia a El como nuestro Padre...
Este sentido de proximidad a Dios es esencial en la oración judía...
Pero en el momento en que nos referimos a Dios como 'Mélej Haolám' ('Rey del Universo') nos volvemos mucho más formales y concluímos entonces la oración en la 'tercera persona' porque aquí nos dirigimos a Dios como Señor Soberano. Este sentido de reverencia y de respeto aparece reflejado en el versículo de Ezequiel 3:12: 'Bendita sea la gloria de Jehová desde Su lugar'"("Liturgia y plegaria en el judaísmo". Sección "Significado de las bendiciones").

Siguiendo, un poco, con la comparación que hicimos en el anterior artículo entre la antigua tradición judía y el llamado"Padre Nuestro", creo que puede ayudarnos esto que recién leímos.
El "Padre Nuestro" comienza diciendo: "Padre nuestro que estás en los cielos" (Mateo 6:9).

Aquí encontramos el mismo cambio de perspectiva que leíamos en la tradición judía.
Por un lado nos acercamos a Dios íntimamente como "Padre nuestro".
El es nuestro "Abba Padre" (Romanos 8:15). John MacArthur compara esto con "las expresiones familiares 'papá' o 'papito'" y agrega que "connota ternura" y "un sentido de intimidad y cercanía" ("Biblia de Estudio MacArthur". Pag. 1556).
1 Juan 3:1 resalta esto: "Mirad cuál AMOR nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios...".
Nuestro Padre está tan cercano a nosotros que antes de que alguna palabra llegue a nuestra boca El la conoce (Salmo 139:4).

Pero por otro lado reconocemos Su Grandeza y Trascendencia y decimos en reverencia y postración humilde: "que estás en los cielos".

Altísimo y Cercano
Estas mismas dos perspectivas las encontramos en Isaías 57:15. Allí Dios nos dice que El es "el Alto y Sublime, el que habita en la eternidad, y cuyo nombre es el Santo". Y agrega: "Yo habito la altura y la santidad".
Pero luego el enfoque cambia: "... y con el quebrantado y humilde de espíritu".

En la primera sección Dios se revela Alto, Sublime, Glorioso, Digno de reverencia... tan inalcanzable que nos lleva a temerle.
Dios que "habita en luz inaccesible" (1 Timoteo 6:16). El "se sienta en las alturas" y se humilla con solo "mirar en el cielo y en la tierra" (Salmo 113:5,6).
Si sólo vemos este aspecto podríamos pensar en un Dios lejano... sublimemente Grandioso pero distante.
Pero en la segunda sección se presenta como el Dios que "habita" con sus hijos quebrantados. "Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón" (Salmo 34:8).
Un Dios incomparablemente cercano.

Huérfanos, viudas y morada santa
Lo mismo lo aprendemos en el Salmo 68:5: "Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su santa morada".
Un Dios tan cercano e inmanente que recibe como hijo al huérfano y que toma bajo su cuidado y provisión a la viuda, pero que a la vez habita "en su santa morada".
Es un Padre tan cercano que se toma el tiempo de contar todos nuestros cabellos (Mateo 10:30), y a la vez es el "Dios Altísimo" (Génesis 14:20)... Incomparable... más allá de todo lo creado...

Peligrosamente hoy podemos ver dos tendencias:
1- Hay gente que, como escribió Donald Carson, convierte a Dios “en un ser humano mejorado, y nada más” (“La difícil doctrina del amor de Dios”. Pag. 67).
Así se escuchan predicaciones que dicen: “No hagas sufrir a Dios. Pobre Dios, él te ama. Acércate a él, obedécele”.
¡Ese es un extremo!

Hace poco escuché a alguien que pretendía enseñar sobre adoración, que decía: "¿Qué encontró Dios en Samuel que habló con él en lugar de hablar con el sacerdote? (1 Samuel 3:3-18). Yo puedo ver en Samuel que cuando Dios le habla, le comienza a contar los problemas de Dios. Todo lo contrario que siempre esperamos... Pero lo que Dios le viene a contar a Samuel son sus problemas. Le viene a decir: 'Me duele el corazón por lo que están haciendo los hijos de Elí'... Y de esa forma Dios le empieza a contar a Samuel sus dolores. Ahora... yo me imagino a Samuel chiquitito abrazando a Dios diciéndole: 'ven, llora aquí en mi hombro (mientras hace gestos de acercar a Dios a su hombre para que llore)'...
Samuel un chiquitín, que estaba interesado en las necesidades de Dios, no estaba interesado en él... Y creo que esa es la clave para tener una relación íntima con Dios...
Mientras pensemos que El está necesitado de estar con nosotros porque El tiene ganas... Esa va a ser la clave... Importa que El todos los días está esperando para tener un ratito conmigo aunque sea".

Esto no es otra cosa que reducir a Dios simplemente, como decía Donald Carson, a "un ser humano mejorado, y nada más”. O como detallaba muy bien Arthur Pink, es imaginar a Dios como "un ser... frágil, que no inspira respeto a nadie que tenga dos dedos de frente. El Dios del sentir popular es creación de un sentimentalismo lacrimoso. El Dios de muchos púlpitos de la actualidad es más digno de compasión que de temor reverente” (“La soberanía de Dios”. Pag. 21).

2- Por otro lado, existe otro extremo peligroso: Un Dios distante, sin sentimientos, frío, calculador, que cuando sucede algo dice con cara de directora de colegio: “Sí, ya lo sabía”.
Tan concentrado en nuestros errores que siempre estamos a millones de kilómetros de El.

Reflejado en nuestras congregaciones
Y todo esto lo vemos plasmado en los tiempos de alabanza y adoración de muchas congregaciones.
En el primer caso, algunos imaginan guiar a la Iglesia a adorar a Dios, mientras lo único que están haciendo es acercarlos a un dios de su propia invención que parece más una mezcla de novia humana, amigo invisible que necesita nuestra ayuda y atención, junto a Papá Noel y la lámpara de Aladino.
Cantándole canciones con expresiones que hasta rodean lo sexual.
Un ejemplo de esto es la famosa canción "How he loves us" de John McMillan, que dice en su versión original:
"El cielo y la tierra se unen en un descuidado beso húmedo,
y mi corazón salta violentamente en mi pecho".

¿Cómo se llega a este extremo?
Un desequilibrio hacia el Dios íntimo, el "Padre nuestro", descuidando el otro lado: el Dios Alto y Sublime... "que está en los cielos"...

Lejos y frío
En el segundo caso, existen muchos que cantan canciones con letras que si uno las escuchara detrás de una pared, sin mirar dentro de la congregación, podría pensar que están todos maravillados, apasionados por el Dios tan Glorioso que están describiendo en sus canciones...
Pero que si uno entrara a la congregación y los viera, sin oír qué es lo que están diciendo, pensaría que están leyendo la lista de compras que van a hacer en el supermercado...

En algunos casos he encontrado a directores de alabanza tan sombríos, fríos, secos y duros, que palabra a palabra me iban alejando de Dios, presentándole a la congregación un Dios tan irritado, que te mira siempre con una mirada inquisidora para ver si haces lo que quiere, y que mientras lo hagas no te matará; que sin duda uno sale peor de lo que entró.
Un Dios que reacciona con actitud de jefe con cara larga diciendo: "Aja… Bien criatura, sigue cantándome... pero en una canción dijiste 'Santo, Santo' y yo soy 3 VECES SANTO, ¿sí, gusano?.... Ehmm... ten cuidado porque..."...

¿Por qué?
Un desequilibrio hacia el Dios Alto y Sublime... "que está en los cielos"... descuidando el otro lado: el Dios íntimo, el "Padre nuestro", el Dios que nos amó tanto que entregó a Su propio Hijo por nosotros.

Concluyendo:
¡Necesitamos la revelación del "Dios Altísimo" que "habita la eternidad", el "Santo, Santo, Santo", el Rey del Universo para quien "las naciones le son como la gota que cae del cubo" (Isaías 40:15); para que todo nuestro ser se postre en reverencia santa y temerosa clamando: "EL ES DIGNO"!
Y de la misma manera, simultáneamente, ¡necesitamos la revelación del Dios que nos conoce a cada uno por nuestro nombre, el Dios de la "comunión íntima" que habla David en el Salmo 25:14, el "Padre nuestro", nuestro "Abba Padre"; para tener la plena seguridad que mientras le cantamos en la adoración como congregación se trata de una relación real, verdadera, llena de amor, intimidad y gozo!

¡Necesitamos postrarnos ante el Dios "Santo, Santo, Santo" (Isaías 6:3) para temerle, caminando hacia la senda del deleite en el "Padre de misericordias y Dios de toda consolación" (2 Corintios 1:3) para encontrar amor "que excede a todo conocimiento" (Efesios 3:19)!
El Salmo 2:11 nos ordena "alegraos con temblor" y nunca tendríamos que haber abandonado en nuestras reuniones ni el "alegraos" ni el "temblor". ¡Las dos cosas van juntas!

POR FAVOR
Así es como aquellos que dirigen la alabanza y adoración en nuestras reuniones NO pueden pretender presentarnos a un Dios Sublime, lleno de Magnificencia y Autoridad "que está en los cielos", hasta que no conozcan en la intimidad al "Padre nuestro", al "Abba Padre", al Dios que nos llama "amigos" (Juan 15:14).

Si estás leyendo esto, y eres quien dirige la alabanza y adoración en tu congregación, recuerda: Si no puedes, con toda sinceridad, describir al Señor como el "Dios de mi alegría y de mi gozo" (Salmo 43:4) como el salmista, si no puedes decir como David en el Salmo 142:5: “tú eres... mi porción en la tierra de los vivientes”, si no puedes decir como David en el Salmo 65:8: “tú haces alegrar las salidas de la mañana y de la tarde”, si no puedes decir como David en el Salmo 16:2: “no hay bien para mí fuera de ti”, si no puedes hablar como David en el Salmo 31:20 de "lo secreto de tu presencia",
si no has temblado, llorado y gritado como Isaías "¡ay de mí! que soy muerto" (Isaías 6:5) ante aquel cuyas "faldas llenan el templo" (Isaías 6:1), y luego has corrido por millonésima vez a la cruz del Calvario encontrando "Sublime Gracia"...
Hermano... POR FAVOR... no intentes inventar en las reuniones de la Iglesia algo que NO conoces. ¡Abandona la manipulación, la "palabrería", el griterío vacío, la hipocresía!... y corre a tu "aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto" (Mateo 6:6).
Luego, y recién en ese momento, podrás guiarnos hacia el "Dios temible en la gran congregación de los santos" (Salmo 89:7a) y podremos ver que El es "Formidable sobre todos cuantos están alrededor de El" (Salmo 89:7b).


Luis Rodas


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