LÍBRAME DE LA GRAN REBELIÓN. Primeros pensamientos del día.



"Preserva también a tu siervo de las soberbias;
que no se enseñoreen de mí;
entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión"
(Salmo 19:13)

En la forma que nos ha llegado, como una unidad de 14 versos, en este salmo 19, encontramos dos expresiones de la revelación de Dios:
1- la creación (versos del 1al 6)
2- la Palabra de Dios (versos del 7 al 11)

Y finalmente David concluye en una reflexión personal frente a estas dos formas en que se ha revelado Dios (versos del 12 al 14).

En las dos formas en las que Dios se ha revelado, David encuentra una amonestación contundente. 
1- "los cielos cuentan la gloria de Dios" (19:1) fielmente, de forma pura, "una noche a otra noche declara sabiduría" (19:2), por "toda la tierra... hasta el extremo" su mensaje es claro (19:4), y todo esto "sin lenguaje, ni palabras" (19:3).
¡Los cielos cumplen su propósito!

2- Las Escrituras son "perfectas", "fieles", "rectas", "puras", "limpias" y "verdaderas". Ellas cumplen su propósito de "convertir el alma", "hacer sabio al sencillo", "alegrar el corazón", "alumbrar los ojos", producir "temor de Jehová", guiar hacia la "justicia" sin error y amonestar al hombre (19:7-11).

Ante todo esto, David se ve inferior, débil, propenso a no cumplir el propósito por el que existe. El cielo fue creado por Dios con un propósito y lo cumple. Las Escrituras fueron creadas por Dios con un propósito y lo cumplen. Pero David se ve a sí mismo, no sólo como inclinado a errar el blanco, sino aún peor: muchas veces ni sabe cuando lo erra. El escribe: "¿Quién podrá entender sus propios errores?". Y clama profundamente en el mismo verso: "Líbrame de los que me son ocultos" (19:12). 
Y como para agravar la angustia ante la revelación de Dios, David confiesa que su condición es trágica: falla en cumplir el propósito por el que fue creado, muchas veces ni se da ni cuenta de ello, y a eso le agrega verse a sí mismo como si fuera una maravilla. El sólo depende de un verdadero milagro de Dios, y por eso ora: "Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí". Ya que sino el peor de los delitos se concretará: su vida, en vez de ser fiel al propósito que debe cumplir ante Dios, terminará siendo, en síntesis, la historia de la "gran rebelión" (19:13). Habiendo sido creado con un fin, y siendo propiedad de otro, él se rebele y desarrolle su vida a su antojo.

Los cielos glorifican a Dios sin palabras, las Escrituras son palabras perfectas que reflejan con exactitud lo que Dios quiso. David concluye con intensidad pidiendo: "Sean gratos los dichos de mi boca". Y para esto necesita que algo más sea agradable a Dios: "la meditación de mi corazón" (19:14). 

Frente a todas las luchas con enemigos reflejadas en los salmos, éste, sin duda, es el peor combate: un enemigo interno, nuestro corazón, que quiere desarrollar su "gran rebelión", oculta constantemente esta maldad, y luego nos llena de soberbia como si fuéramos héroes dignos de alabanza.
"Oh Jehová, roca mía, y redentor mío"... por favor... por tu gran misericordia... que yo también haga lo que debo hacer, cumpla el propósito por el que fui creado... "Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti" (19:14). 





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