QUE ESA TAMBIÉN SEA MI CANCIÓN. Primeros pensamientos del día.


"Dios mío, fortaleza mía,
en él confiaré"
(Salmo 18:1)

Según la misma explicación del Salmo en el subtítulo, David "dirigió a Jehová las palabras de este cántico el día que le libró Jehová de todos sus enemigos, y de mano de Saúl".
¡Este es el momento de victoria! ¡El día donde él ve que todos sus enemigos están derrotados y pasa a ser "cabeza de las naciones" (18:43,44)!

Se trata de un Salmo extenso (50 versos), y aparte de relatarnos una historia, nos deja grandes enseñanzas acerca del carácter "perfecto" (18:30) de Dios. Pero también podemos rescatar en David un enorme ejemplo para seguir.

David sintetiza un largo tiempo de gran sufrimiento escapando de Saúl y variados enemigos como "el día de su quebranto" (18:18). Allí varias veces fue "atemorizado" al verse "rodeado de ligaduras de muerte" (18:4,5; 1 Samuel 27:1) por muchos que "se levantaron contra él" (18:48), sintiendo que se ahogaba en "las muchas aguas" (18:16).
El mismo Salmo nos enseña cuál fue la defensa de David ante todo esto:
1- David se refugió en Dios como quien corre a un castillo protector:
"Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Jehová roca mía y castillo mío, y mi libertador" (18:1).

2- David buscó un aliado para su batalla: Dios:
"Jehová fue mi apoyo" (18:18)

3- David confió en que podía clamar a Dios y EL le daría la victoria:
"Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos" (18:2).

4- David no dejó de clamar a Dios aún cuando la victoria parecía no llegar nunca:
"En mi angustia invoqué a Jehová, y clamé a Dios" (18:6).

5- David, aún viéndose atacado a punto de ser vencido, no dejó de buscar agradar a su Dios. Ya que de EL esperaba su victoria:
"Yo he guardado los caminos de Jehová, y no me aparté impíamente de mi Dios" (18:19-26; 1 Samuel 26).

6- David había sido ungido por el profeta Samuel como rey (1 Samuel 16). Por lo que él podría haber reclamado el trono de Israel, combatir a Saúl para conseguirlo y pergeñar un plan estratégico para ganarse al pueblo y así derrocarlo, como muchos años después hizo Absalón (2 Samuel 15). Pero, por el contrario, David deja todo en manos de Dios. Si EL lo eligió, EL hará el resto. 

El resultado de este corazón piadoso ejemplar fue decisivo:
1- Dios fue la fuerza de David para sostenerlo en el sufrimiento:
"Me hace estar firme sobre mis alturas" (18:33). "Ensanchaste mis pasos delante de mí, y mis pies no han resbalado" (18:36)

2- Dios fue la fuerza de David también para alcanzar la victoria final:
"Dios es el que me ciñe de poder... Quien adiestra mis manos para la batalla, para entesar con mis brazos el arco de bronce... Perseguí a mis enemigos, y los alcancé, y no volví hasta acabarlos... Cayeron debajo de mis pies. Pues me ceñiste de fuerzas para la pelea" (18:32-42).

3- Dios no sólo entrega a Israel a David para que él lo gobierne, sino que lo pone por encima de todos los pueblos de su época:
"Me has hecho cabeza de las naciones; pueblo que yo no conocía me sirvió. Al oír de mí me obedecieron; los hijos de los extraños se sometieron a mí... El Dios que venga mis agravios, y somete pueblos debajo de mí" (18:43-47).

Oh Dios, susténtame, y crea en mí esa paciencia y confianza... Bloquea todos mis intentos vanos de alcanzar las victorias que aún no han venido de tu mano. Dame un corazón que sólo espere en ti lo que mi necedad aún me dice que puedo conseguir por mí mismo.
Que no corra por miserias, sustitutos y callejones bonitos que desembocan en la nada... Que no espere ninguna otra cosa, en absoluto, sino en ver con mis ojos sufridos tus "grandes triunfos" (18:50).
David terminó cantando:
"Viva Jehová, y bendita sea mi roca,
y enaltecido sea el Dios de mi salvación" (18:46).
Oh Dios... por favor... que esa también sea mi canción...





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