SI LA ADORACIÓN SE FUE, TODO LO DEMÁS TAMBIÉN Últimos pensamientos del día



“En espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).

Imaginemos por un momento:
Sergio ya perdió la cuenta de cuantos años hace que va a la Iglesia. El tuvo ese momento que todos hablan donde se experimenta un gran cambio.
El tiempo fue pasando, las personas, las actividades, reuniones, los desencantos y la confianza defraudada tanto como aquellos buenos momentos.

Desde hace algunos meses algo comenzó a hacerse notorio. Tan notorio como cuando se hace imposible decirte a ti mismo que apenas te sucede.
Sí, fue un domingo puntualmente cuando pensó en no ir a la congregación y se dio cuenta que en realidad estaba buscando una excusa.
Sin duda no era la primera vez que no asistía. Muchas veces había tenido "buenas razones" para no ir. Pero… ese domingo… específicamente… se dio cuenta que su mente buscaba una razón que calmara su conciencia y le convenciera que “NO PODÍA ir”.

El pensamiento fue feo, desagradable… un enemigo a vencer. Por lo que enseguida se dijo a sí mismo que no era verdad. Se dio su mejor predica con estas palabras: “NO… no estoy buscando una excusa. Realmente hoy no puedo ir. ¿Acaso perderé la salvación por no ir un domingo?”.

El sábado siguiente mientras recorría todo lo que encontraba por televisión, miró el reloj y pensó: “uhhh… mañana tengo que ir a la Iglesia”.
Pronto su mente hizo su ejercicio de encontrar una razón para no ir. Y ahí sucedió...
Y… ya era tiempo… ¿Para qué seguir dando vueltas?

La verdad vino como una corriente helada a todo el cuerpo: ya no encontraba conexión entre él y la vida de Iglesia.
Intentó determinar cuando empezó pero no pudo. Pero las imágenes de la sensación de tiempo perdido en la Iglesia se sucedieron.
Se veía a sí mismo parado en los momentos de alabanza repitiendo las letras de las canciones sin pensar. O sentado deseando íntimamente que el director de alabanza decida terminar.

No era muy difícil recordar las innumerables veces que el sueño atacaba de forma aplastante en las predicaciones o como le molestaba que alguien le dijera que quería visitarlo en la semana.

Sí… algo ya no encontraba conexión con la vida de Iglesia.

La primera reacción fue la hermosa consolación de siempre: buscar el error en el otro. "Las alabanzas tienen letras que no se entienden", "los músicos no ejecutan bien sus instrumentos", "los pastores son irrelevantes cuando predican y encima se extienden mucho", "estoy cansado de la hipocresía de la Iglesia", "el congregarse es para los religiosos y yo tengo una relación libre entre Dios y yo"…. etc, etc, etc, etc….

Ahhhh…. pero ya sabes…. Dios es Bueno y Su misericordia es tan inmensa….
Un pensamiento atronador y más fuerte que todas las defensas para mantener intacto el orgullo y la tibieza, llegó a casa. De pronto aquel amigo a veces inquieto llamado “sinceridad" golpeaba la puerta:
"¿Y si he continuado yendo a la Iglesia pero he dejado de amar a Dios?
¿Y si lo que sucede en la vida de Iglesia dejó de tener relevancia para mí porque hablan de un Dios que yo he dejado de amar?”

¿Puedes entender a Sergio?
Tengámoslo bien claro: si hemos perdido el foco central de la vida misma que es amar a Dios (Marcos 12:30), suceden dos cosas:
   1- Las cosas de Dios pierden valor para nosotros y la motivación por hacer algo para EL desaparece.
   2- El mundo toma ese lugar. Y si lo que tienes por delante para hacer te va a dar alguna ganancia lo haces con gusto. Si es sólo por el Señor y el bien de otros, te pesan las manos y sólo puedes hacerlo cuando las circunstancias son las óptimas (clima, comodidad, las personas que te caen bien, salud extremadamente perfecta, etc…).

¡Si la adoración se fue, todo lo demás también!


Luis Rodas


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