3 La pasión de estar centrado en Dios (1ª parte) DIOS-CENTRISMO



En el último artículo de Dios-centrismo leímos la reprensión que Dios le hizo a David cuando adulteró con Betsabé y mandó a asesinar a Urías.
Dios le dijo “me menospreciaste” (2 Samuel 12:10).
Todo pecado, toda desobediencia a Dios, toda tibieza, es estimar algo por encima de todo lo demás y así menospreciar a Dios.
Y dijimos que fundamentalmente “vivir ‘centrados en Dios’ es valorarlo por encima de todo y vivir en consecuencia.

Jesús resumió esto de manera muy clara: Mateo 6:24
No puedo servir a mis deseos y a la vez servir a Dios.
Si busco saciar a mis deseos estoy estimando a mis deseos por encima de todo y menospreciando a Dios.
“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro”
En este caso Jesús habla de un dios muy famoso y adorado: las riquezas.
Pero en cada decisión de nuestra vida y en cada una de nuestras actitudes se cumple esta verdad.
O yo soy mi propio dios o mi Dios es el Creador.

¿En quién pienso ante toda decisión?
Ejemplo: Una persona decide vivir su vida como Dios aborrece. Pero a él no le importa porque solamente está pensando en lo que él cree mejor para sí.
De esta manera está cumpliendo “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro”.
Aborrece a Dios y se ama a sí mismo.

Otro ejemplo: Voy a un lugar y una persona me trata mal.
Me da bronca porque mi orgullo se sintió herido.
Tengo dos opciones: Puedo estimar más mi orgullo y le respondo mal.
Instantáneamente estoy menospreciando a Dios. Ante esta situación estimé más lo que mi carne quería que lo que Dios me ordena en Su Palabra que es “no pagar mal por mal” (Romanos 12:17).
Me estimé más a mí mismo y menosprecié a Dios.
O puedo menospreciar todos mis deseos de salir en defensa de mi orgullo y estimar más a Dios que a mi propio orgullo o deseo de enojarme, y obedezco a 1 Pedro 3:9: “no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo”.
Así estoy estimando más a Dios que a mí mismo.

“Ninguno puede servir a dos señores”.
No puedo imaginar que estimo a Dios por encima de todo cuando la fuente del deleite de mi vida es el mundo.

Veamos un contraste: Un hombre trabaja toda la semana. Y en el trabajo se la pasan toda la semana haciéndose bromas sobre el partido del domingo entre tal equipo de fútbol y otro.
Este participa activamente entre las bromas el lunes, martes, etc...
Hasta un día le hace una broma a otro poniéndole una nota de un diario donde aparece una foto grande del equipo contrario.
Las ansias son grandes. ¿Quien ganará el domingo?
Finalmente llega el tan esperado domingo. Al mediodía ya comienza la fiesta. Este hombre tiene 2 hijos y mientras almuerzan comentan los pormenores del partido y ven algunas discusiones en televisión sobre el partido.
Por fin son las 4 de la tarde y comienza el partido. Todo está listo. La ceremonia es muy divertida. Hasta se prepararon algunas cosas para comer mientras miran el partido y todo es emoción y pasión.
Son casi dos horas llenas de comentarios, quejas, uhhhhs, “nooooo”, opiniones de como tendría que haber hecho este y el otro, y gritos de gol y festejo apasionado.
Hasta que termina el partido. ¡Cuanta emoción!

Miran el reloj ya son las 6.
Ahí, el padre de familia dice mientras bosteza: “bueno, vamos, cada uno prepárese, a las 7 y media salimos para la Iglesia.
El padre descansa una media hora y luego se prepara un poco.
Llegan a la reunión cumpliendo su obligación.
En la alabanza cantan un poco, piensan en el golazo de fulano de tal, ven que la letra de tal canción en el proyector está mal escrita, se sientan porque les duele las piernas de estar tanto parados, balbucean algunas palabras y por fin llega la predicación.
El padre se duerme de tanto en tanto durante la predicación.
Y la esposa explica: “lo que pasa es que trabaja toda la semana”.

Pregunto: un hombre así, ¿a quien estima más y a quien menosprecia?

Otro ejemplo: Una persona se prepara en su juventud para recibirse de tal carrera con la que piensa que vivirá económicamente bien. Al terminar su carrera se va hasta no se donde a hacer una especialidad con la que le dijeron que cuando vuelva no solo va a conseguir trabajo enseguida sino que va a ganar un montón de dinero.
Para esto deja a su familia, amigos y toda otra tarea por dos años, y hasta termina con su noviazgo porque “va a ser muy difícil a la distancia”.
La especialidad le demanda mucho esfuerzo y hasta por lo general duerme poco. Se lo comenta a su familia y esta lo anima y le dice que vale la pena el esfuerzo porque se está haciendo un gran futuro.
Finalmente termina su especialidad y se vuelve a su lugar de origen.
Consigue un trabajo acorde a su carrera y a la especialidad que consiguió en tal país. Este trabajo le exige mucho tiempo pero que significa un gran sueldo y un excelente estilo de vida.
Este, ahora gran profesional, ha demostrado ser un hombre responsable y esforzado.
Su familia asiste a la Iglesia y él, nunca dejó de hacerlo aun en el país donde hizo la especialidad al menos una vez al mes.
Al volver a su ciudad de origen, vuelve a la Iglesia de toda su vida. No asiste todos los domingos, pero al menos una vez por mes lo hace.
El avanza con mucho esfuerzo y dedicación en su profesión porque su anhelo es llegar a ser un profesional reconocido y a tener todo lo que soñó económicamente.
Ningún esfuerzo le parece mucho.
El domingo va a la Iglesia, llega para la hora de la predicación, escucha, y luego al finalizar saluda atentamente a todos se va a su casa.
Jamás se involucra en ninguna actividad de la Iglesia ni tiene mucha idea de lo que la Iglesia hace.
¿Por qué?
Porque su trabajo, dice, no le deja mucha tiempo. Pero él aclara: “pero hermano, yo amo a Dios”.

Nos preguntamos: alguien así, ¿a quien estima más y a quien menosprecia?

Por supuesto detrás de esta pregunta hay otra que nos aclarará el panorama: ¿está mal estudiar o trabajar? ¡NO!
¿Todos deben abandonar sus empleos seculares y deben vivir de tiempo completo sirviendo al Señor dentro de la congregación? ¡NO!

1 Pedro 4:10
"Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios".
Mañana veremos la 2ª parte...


Luis Rodas


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