Ama a otros, olvídate de la envidia CULTIVANDO UN CARÁCTER PIADOSO



“El amor es benigno; el amor no tiene envidia” (1 Corintios 13:4)

El versículo nos muestra la misma verdad desde un lado positivo y un lado negativo.
- “El amor es benigno”: busca gozosamente el bien de otros
- “El amor no tiene envidia”: se enoja por el bien que otros reciben

Aquí encontramos un contraste absoluto. Vemos dos polos opuestos. Del buscar el bien del otro al, no sólo no buscar su bien, sino enojarnos si de alguna manera lo recibe.

Thomas Manton (1620-1677) explica:
“Nada se opone más a la bondad que se nos manda a vivir que la envidia.
Esta no tolera que a otros les vaya bien, y por tanto, está muy lejos de desear y buscar ese bien de otros.
Tal fue la envidia de Caín, quien tomó nota que la ofrenda de su hermano agradó a Dios más que la propia, no pudo soportarlo, y finalmente lo mató (1 Juan 3:12).
Lo mismo sucedió con los hermanos de José, los cuales al ver sus virtudes no pararon hasta buscar su destrucción (Génesis 37)" ("The Works”. Vol. 18).

La envidia trabaja gustosamente cuando usamos todo lo que somos y tenemos para nuestro beneficio propio y enaltecimiento.
Es así, que al ver que otros tienen más, el corazón comienza a pensar amargamente.
Aquí podemos encontrar la raíz del porqué muchos ministerios que alguna vez fueron útiles se corrompen: buscaron lo suyo.
Y al ver que otros progresaban más que ellos, o por alguna razón eran dejados de lado, menospreciados, abandonados, desestimados; este veneno corrosivo entró y lo contaminó todo.

A partir de ahí una persona puede usar el ministerio, ya no motivada por el “amor” que busca el beneficio de otros, sino corrompida por el deseo de recuperar su fama, mantenerla, o acrecentarla.
Así leemos de ciertos personas en Hechos 13 que observaban el ministerio de Pablo y Bernabé.
Dice en el versículo 45: "Viendo los judíos la muchedumbre”.
Ellos vieron mucha gente y su corazón trabajó rápidamente: "se llenaron de celos”.
A partir de ahí ya no se trataba de si lo que se hablaba era la verdad o no. ¡Había que combatir sí o sí!: "y rebatían lo que Pablo decía, contradiciendo y blasfemando" (Hechos 13:45).
¡Que peligro a tener en cuenta!

Thomas Manton (1620-1677) agrega:
"Por esto, bien llamó Santiago a todo esto ‘celos amargos’ (Santiago 3:14).
Los celos son como la hiel, corrompe la buena comida y la hace inservible. Así estos ‘celos amargos’ corrompen todas las acciones del que los posee.
Cuan necesario es que examinemos nuestro corazón, y así evitar que este peligroso veneno termine produciendo efectos muy dañinos" ("The Works”. Vol. 18).

Estas luchas contaminantes y extremamente peligrosas del corazón nunca operan en aquel que NO BUSCA LO SUYO (1 Corintios 13:5).
¡Olvídate de ti mismo! No sea que creas que sirves a Dios y eres tu propio siervo!


Luis Rodas


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