Ama a otros y la basura en su lugar CULTIVANDO UN CARÁCTER PIADOSO



“El amor no guarda rencor” (1 Corintios 13:5)

Hace poco nos dimos cuenta que un nuevo y joven vecino cerca de casa, imagino que por ser su primera experiencia en el vivir fuera del hogar de sus padres, tuvo una idea que le pareció muy práctica en cuanto a sus sobras y desechos.
En vez de tomarse el trabajo de juntar todo en bolsas y llevar estas al lugar debido, prefirió ir tirando todo a un terreno en construcción que queda justo al lado.
La idea, por lo visto, le pareció genial.
El problema, luego le explicaron, es el foco infeccioso que esto iba a provocar.

Algo similar encontramos en este versículo de 1 Corintios.
Aquí nos habla de no acumular un tipo de basura aún más peligrosa que el que guardaba mi vecino: el rencor.

En el día a día, y en especial bajo circunstancias más difíciles, podemos ir optando por el camino que parece más fácil.
Así como este joven despreocupado pensó que el camino más rápido para deshacerse de sus sobras era tirar todo al lado, así podemos hacer en algún lugar recóndito del corazón.
Nos molesta, nos quejamos, hablamos mal del otro, y luego, sin inspeccionarnos, desobedecemos el ultra necesario mandato de tomar toda esa basura, mirarla con detenimiento, y presentarla delante de Dios con corazón perdonador y misericordioso.

¿El resultado?
Toda esa basura comienza a ser un foco infeccioso rápidamente contaminante que trae enfermedades muy graves.
Dios aquí, en Su maravillosa misericordia, nos trae el remedio poderosamente eficaz:
- niégate a guardar rencor
- tómate el tiempo de echarlo fuera de ti a través de algo infalible: el amar a otros
“el amor no guarda rencor"

Cuando no oímos esta advertencia tan vital, nuestras esposas/os se vuelven nuestros enemigos, nuestros hijos la fuente de nuestra frustración, los mundanos que nos rodean lo que puede robarnos nuestra sonrisa en cualquier momento, y los hermanos de la congregación nuestra queja.
¡Y tanta basura no puede tener otro aroma nauseabundo que el pensamiento repetitivo de “no entiendo como la gente puede ser así”.
El mundo parece haberse confabulado contra ti.

Las Escrituras nos traen luz en este tema: no hay ninguna confabulación secreta que te persigue. Simplemente se trata de que estás rodeado de seres imperfectos, algunos "muertos en delitos y pecados” aún, otros "resucitados con Cristo” (Efesios 2:6) pero aún en proceso.
Aprende a mirar a los hermanos en Cristo que te rodean como si tuvieran un cartel delante que dice: “En Proceso”.
Cada persona genuinamente nacida de nuevo es imperfecta. Unos más otros menos. Pero todos estamos en la misma condición. Todos somos como un semáforo que te muestra su luz amarilla. Ya sabes… esto significa: “¡Cuidado, estoy cambiando!”

¡Donde hay gente, hay problemas! El gran remedio para vivir en medio de todo esto es:
1- mírate cada día, sin excepción, a ti mismo, y reconoce tus errores delante de Dios.
Verás tanto que te darás cuenta que así como necesitas tanta misericordia diaria, así las personas que te rodean
2- Tomate el tiempo de echar lejos la basura de rencor que quiere acumularse en tu corazón
3- Para esto, trabaja diligentemente en cambiar rencor por amor.
Considera el mal que esa persona te hizo. Parezca enorme o pequeño. Y decide entender, ser paciente, misericordioso (Lucas 6:36), ama y olvida (Mateo 18:23-35). Piensa cada ofensa como un llamado de atención que te avisa que debes agregar a tu lista de oración diaria a cierta persona (Mateo 5:44).
¿Una ofensa? Una nueva persona a tu lista de oración.
No basta con decir: “a mí no me afecta”. Ten en cuenta el ejemplo de mi vecino.

Aquí lo vemos con toda claridad: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:21).


Luis Rodas


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