La humildad al conocer más a Dios CULTIVANDO UN CARÁCTER PIADOSO



“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies” (Apocalipsis 1:17)

Apocalipsis, el último libro de la Biblia, trata de Jesús. Es la manifestación de Jesús.
Esta es la razón de su nombre: “apocalipsis" es una palabra griega que significa “revelación” (en inglés se llama a este libro “revelation”).
Y es así como presenta Juan a su escrito: “la revelación de Jesucristo” (1:1).
Y cuando Juan oye la voz que le anuncia: “te MOSTRARÉ las cosas que sucederán después de estas” (4:1); lo que se le revela es a Jesús llevando a cabo victoriosamente “la consumación de los siglos” (Hebreos 9:26).
Por eso empieza hablando de EL y termina hablando de EL (Apocalipsis 22:20,21)
El apóstol Juan tuvo un incremento en su comprensión de la persona de Jesús.
¿El resultado?
“Cuando le vi, caí como muerto a sus pies” (1:7).

Creo que Juan Calvino (1509-1564) explica, inmejorablemente, esto que llevó al apóstol Juan a poner su boca en el polvo:
"Es cosa evidente que el hombre nunca jamás llega al conocimiento de sí mismo, si primero no contempla el rostro de Dios y, después de haberlo contemplado, desciende a considerarse a sí mismo.
Porque estando arraigado en nosotros el orgullo y soberbia, siempre nos tenemos por justos, perfectos, sabios y santos, a no ser que con manifiestas pruebas seamos convencidos de nuestra injusticia, fealdad, locura y suciedad; pero no nos convencemos si solamente nos consideramos a nosotros y no a Dios, el cual es la sola regla con que se debe ordenar y regular este juicio.
Porque como todos nosotros estamos por nuestra naturaleza inclinados a la hipocresía, cualquier vana apariencia de justicia nos dará tanta satisfacción como si fuese la misma justicia. Y porque alrededor de nosotros no hay cosa que no esté manchada con grande suciedad, lo que no es tan sucio nos parece limpísimo mientras mantengamos nuestro entendimiento dentro de los límites de la suciedad de este mundo; de la misma manera que el ojo, que no tiene delante de si más color que el negro, tiene por blanquísimo lo que es medio blanco u oscuro.

De aquí procede aquel horror y espanto con el que, según dice muchas veces la Escritura, los santos han sido afligidos y abatidos siempre que sentían la presencia de Dios. Porque vemos que cuando Dios estaba alejado de ellos, se sentían fuertes y valientes; pero en cuanto Dios mostraba su gloria, temblaban y temían, como si se sintiesen desvanecer y morir.

De aquí se debe concluir que el hombre nunca siente de veras su bajeza hasta que se ve frente a la majestad de Dios.
Muchos ejemplos tenemos de este desvanecimiento y tenor en el libro de los Jueces y en los de los profetas, de modo que esta manera de hablar era muy frecuente en el pueblo de Dios: ‘Moriremos, porque a Dios hemos visto’ (Jueces 13:22; Isaías 6:5; Ezequiel 1:28; 3:14).
Y así la historia de Job, para humillar a los hombres con la propia conciencia de su locura, impotencia e impureza, presenta siempre como principal argumento, la descripción de la sabiduría, potencia y pureza de Dios.

Vemos cómo Abraham, cuanto más llegó a contemplar la gloria de Dios, tanto mejor se reconoció a sí mismo como tierra y polvo (Génesis 18:27); y cómo Elías escondió su cara no pudiendo soportar su contemplación (1 Reyes 19:13); tanto era el espanto que los santos sentían con su presencia.
¿Y qué hará el hombre, que no es más que podredumbre y hediondez, cuando los mismos querubines se ven obligados a cubrir su cara por el espanto (Isaías 6:2)?

Por esto el profeta Isaias dice que el sol se avergonzará y la luna se confundirá, cuando reine el Señor de los Ejércitos (Isaías 24:23 y 2:10,19). Es decir: al mostrar su claridad y al hacerla resplandecer más de cerca, lo más claro del mundo quedará, en comparación con ella, en tinieblas"
(“Institución de la Religión Cristiana”).


Luis Rodas


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