Amamos nuestra patria



Para entender mejor esta décima parte de "Algunos consejos prácticos para nuestros tiempos de adoración" te recomiendo que leas primero las anteriores:
- 1- Algunos consejos prácticos para nuestros tiempos de adoración
- 2- Huyendo de la obra de teatro hacia Dios
- 3- La adoración más intensa: cuando nadie nos ve
- 4- La adoración viene luego de contemplar la hermosura de Dios
- 5- ¿Dios habita en la música o en la alabanza, de su pueblo?
- 6- Cuando adores puedes repetir, pero... ¡cuidado!
- 7- Dos extremos peligrosos en la adoración
- 8- Reuniones llenas de "santificado sea tu nombre"
- 9- ¿Podemos establecer con alabanza el reino de Dios?

En la novena parte de esta serie de artículos vimos que NO somos los encargados de "ESTABLECER EL REINO".
Ahora veremos lo que SÍ nos fue encargado:

En el versículo 10 del pasaje que estamos tratando en esta serie (Mateo 6:5-15), Jesús nos manda a orar "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra".

Jesús nos mandó a orar para que "venga Su reino".
A "buscar primeramente el reino" (Mateo 6:33)
A "entrar en el reino" (Lucas 16:16)
A "anunciar el reino" (Lucas 9:60)

Pero NUNCA Jesús nos mandó a "establecer el reino".
Bajo la ira de Dios que encontramos en el libro de Apocalipsis, todos los enemigos terminarán de ser puestos bajo los pies del Señor, y en cierto momento habrá "grandes voces en el cielo" que dirán: "Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglo de los siglos" (Apocalipsis 11:15).
Es Jesús mismo quien volverá todas las cosas a su orden lógico, justo y verdadero, y establecerá Su reino.

¿Nuestra parte?
- "ANUNCIAR" que el REY VIENE.
Como Juan el Bautista ante la primera venida de Cristo.
El era el "heraldo" del reino de los cielos que decía: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 3:2).
Su anuncio era muy claro: “Pueblo en rebeldía, pueblo que ha decidido sumarse al reino de las tinieblas, arrepiéntanse. Abandonen su rebeldía contra el Rey, pidan perdón y vuélvanse al reino de los cielos. Porque se termina el tiempo donde el reino de las tinieblas reina, el reino de los cielos se ha acercado. Viene el Rey”

Alabar al Rey
El Salmo 2 nos cuenta de la rebelión del ser humano "contra Jehová y contra su ungido" que dice "rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas". Y nos ordena: "HONRAD AL HIJO" (2:12).
En las reuniones de la Iglesia debemos clamar por la venida de Jesús porque, como Pablo, "amamos su venida" (2 Timoteo 4:8).
Y también proclamamos con canciones que nuestro Rey viene "sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria" (Mateo 24:30).
Jesús YA ES el "heredero de todo" (Hebreos 1:2) como Su Padre se lo prometió: "Pídeme y te daré por herencia las naciones" (Salmo 2:8), ya que así lo recibió de la mano de Su Padre (Daniel 7:13,14; Apocalipsis 5).

Todo ser que permanece en rebeldía contra el Rey que "ha vencido" (Apocalipsis 5:5), es una especie de terrorista ocupando terreno que no es suyo. Y debe arrepentirse y someterse a aquel que pronto viene "vestido de una ropa teñida en sangre" (Apocalipsis 19:13) y "en su vestidura y en su muslo... escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES" (Apocalipsis 19:17).

Heraldos
Esto lo proclamamos con gran gozo, lo anunciamos, lo cantamos y nos deleitamos en aquel que dijo "Ciertamente vengo en breve" (Apocalipsis 22:20).
Luchamos, trabajamos y nos esforzamos por el "reino" (Colosenses 4:11). "Predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo" (Hechos 28:31).
Somos "embajadores" del Rey y Su reino (2 Corintios 5:20), y como tales anunciamos que si alguien se rinde y "pide condiciones de paz" (Lucas 14:32) será bien recibido, pero que si no, forma parte de aquellos que "pelean contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque EL es el Señor de señores y Rey de reyes" (Apocalipsis 17:14).
Como muy bien escribió N.T. Wright: “El evangelio no es tan solo el ofrecimiento de una nueva manera de ser religioso; o de una cierta manera de alcanzar la autorrealización, o un cierto estilo de experiencia religiosa. No se trata de una oferta de esas que ‘la tomas o la dejas’, porque eso supondría que la gente puede probar ‘el evangelio’ para ver si les conviene o no. El evangelio es un anuncio real. Ningún heraldo de la antigüedad hubiera dicho: ‘¡Tiberio Cesar es ahora emperador: ¡acéptalo si te conviene!’." (“El verdadero pensamiento de Pablo”. Pag. 167).

NO pretendemos "establecer el reino" que Jesús establecerá en persona en su segunda venida (Apocalipsis 19 y 20).
Entendemos que cuando Pedro hablaba de "la restauración de todas las cosas" NO se refería, como confunden algunos, a un "gran avivamiento final" establecido con alabanza, actos proféticos o apostolitis moderna... ¡NO!
Pedro claramente dijo que el Padre enviará a "Jesucristo, que os fue antes anunciado, a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló por boca de sus santos profetas" (Hechos 3:20,21).
Cuando lleguen "los tiempos de la restauración de todas las cosas", Jesús volverá y ESTABLECERÁ EL REINO y "restaurará todas las cosas".

Que esta "esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma" (Hebreos 6:18,19), LLENE NUESTROS TIEMPOS DE ALABANZA.
Que los músicos en los grupos de alabanza sepan que servimos al REY y no a nuestro reino.
Que los hermanos acudan a las congregaciones, "como en el cielo, así también en la tierra" (Mateo 6:10; y canten como en Apocalipsis 5:12,
"que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza".

Nosotros MUCHO MÁS
Me gustaría terminar con algo que me pasó hace un tiempo.
En uno de esos actos escolares en festejo a la patria, fui a acompañar a Cintia, mi hija. En un momento un niño se puso a tocar la guitarra y a recitar una especie de alabanza a su país: Argentina.
¡Me quedé petrificado!
¿Cómo alguien podía escribir algo así de su patria? Con tanto amor, admiración, seguridad y exaltación.
¿Yo hago lo mismo con MI patria: el reino de los cielos?

Este niño comenzó a decir con voz fuerte y arrolladora algo que se llama "Argentino hasta la muerte":
"Por el orgullo que siento
de ser hijo de esta tierra...
donde se guarda respeto
por el hombre y sus derechos,
dignificando a lo humano.
Donde no se arma la mano
para matar ideales,
donde flamean los trigales
con un canto de esperanza.

Yo quiero clavar la lanza,
de este homenaje a mi pueblo,
en el pecho de las guerras,
y gritarle al mundo entero
que aquel que tuvo la suerte
de haber nacido en mi tierra,
liberada por centauros,
ya puede gritar bien fuerte
aquellos versos ardientes
de Carlos Guido y Spano:
¡Argentino, Argentino
hasta la muerte!".

Si alguien puede decir esto de un país, se llame como se llame... ¡CUANTO MÁS PODEMOS DECIR NOSOTROS de aquella tierra que "no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina" (Apocalipsis 21:23), "la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial" (Hebreos 12:22), la que compartiremos con "muchos millares de ángeles" y la "congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos" (Hebreos 12:23), una "ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios" (Hebreos 11:10), "la ciudad del gran Rey" (Salmo 48:2), "Ciudad de la Verdad", "monte de Santidad" (Zacarías 8:3), allí es el "gozo de nuestro Señor" (Mateo 25:23), allí "ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor" porque a estas cosas simplemente se las llama "las primeras cosas" (Apocalipsis 21:4).
Hablamos de "cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (2 Pedro 3:13).
Donde las "calles de oro" (Apocalipsis 21:18) y el "mar de cristal" (Apocalipsis 4:6) quedan opacados por la GRAN PROMESA: "Dios mismo estará con ellos como su Dios" (Apocalipsis 21:3).

La gente de mi tierra no fue "liberada por centauros" como la canción que cantó ese niño. La gente de mi tierra fue liberada por la "sangre del Cordero" que destruyó "por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es al diablo" (Hebreos 2:14).
De esa preciosa sangre da testimonio "la palabra profética más segura" (2 Pedro 1:19):

"Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne,
¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?"
(Hebreos 9:13,14).

Allí todos "echan sus coronas delante del trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos" (Apocalipsis 4:10). Junto a los que ya están allí, cantamos en nuestras reuniones al "que era, el que es, y el que ha de venir" (Apocalipsis 4:8).
¡OH SEÑOR, "VENGA TU REINO"!


Luis Rodas


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